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viernes, 15 de junio de 2012

El Rompido, un lugar en el que perderse entre playas, fauna y pescado fresco de Huelva


Cuentan que cuando el escritor colombiano Gabriel García Márquez lo visitó comparó la luz de este pequeño asentamiento de pescadores en la desembocadura del río Piedras con la de Cartagena de Indias. El Rompido es una barriada marinera de la localidad onubense de Cartaya , con dos faros -uno de ellos decimonónico-. A partir de los años 80 ha visto como el turismo aumentaba y gustaba de visitar  una singular formación arenosa, la Flecha de El Rompido, que se encuentra en los términos municipales de Lepe y Cartaya, y se abre al océano Atlántico desde una playa virgen a la que es posible acceder gracias a los servicios de paso en unas barcas que se sitúan en distintos puntos de las playas del río. No hay nada como pasear un domingo soleado de invierno por las playas de El Rompido y comer luego las famosas gambas blancas de Huelva, unos chocos o cualquier pescado recien sacado del mar en uno de los restaurantitos del pueblecito como La Ola, De Mar , El Rincón de Pescadores o mi preferido que es La Patera que tiene un pescado fresco inmejorable, una estupenda carta de vinos y unas magníficas vistas.
Además, frente a la barra de arena está la Isla del Vinagre donde anidan gran cantidad de aves y el caño que lleva el mismo nombre es una zona de cría de doradas y lubinas. La zona tiene un gran valor ecológico y está incluida en el Paraje natural Marismas del Rio Piedras y Flecha de El Rompido, una prolongación del vecino Parque Nacional de Doñana. La Flecha arranca del Puerto del Terrón, en el municipio de Lepe, y finaliza frente a las playas de El Portil, en Punta Umbría. En total, posee una longitud de más de 14 kilómetros que transcurren paralelos a la costa con varios centenares de metros de anchura media configurando paisajes idílicos de playas vírgenes a las que sólo se puede acceder a través de un agradable paseo en barco que cuesta 4 euros ida y vuelta. La frecuencia de paso de la línea marítima regular que cubre el trayecto, es continua los meses de verano. Sólo tenemos que dirigirnos al pequeño embarcadero, situado entre la Marina del Rompido, el puerto deportivo de la localidad, y el muelle de servicios del puerto pesquero, ubicado en el centro del pueblo. Tras un encantador paseo de 10 minutos en barco se desemboca en una playa de novela, con una profundidad media de cien metros de arena dorada de una pureza extrema. Un lugar en el que perderse con facilidad y en el que descubrir un paraíso de los que ya casi no quedan. Y al que hay que llevarse todo porque aparte de conchas, aves y un océano apabullante que muere en el arenal, allá no hay nada.  Lo más sorprendente de esta barra de arena que separa El Rompido del mar es su crecimiento anual, aproximadamente entre 60 y 80 metros, un fenómeno que hace difícil prever cómo se configurará el paisaje de la zona en el futuro. Su casco urbano tiene orígenes fenicios, urbanizaciones de lujo, hoteles y algún campo de golf pero es turismo local de Sevilla o Huelva el que acude allí. Quizá se mantenga aún sin masificar porque llegar a Huelva no es sencillo; de hecho, no hay ningún aeropuerto en la provincia y el viajero debe aterrizar en Sevilla o en la localidad portuguesa de Faro, ambas a apenas una hora en coche, pero sea como sea, nada tiene que ver esta esquina desconocida de la Costa de la Luz con el estereotipo habitual de la playa de toallas apiñadas y mareas humanas.

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